¿QUIÉNES NOS CREEMOS SER?
La endogámica sociedad feudal mallorquina se pasa, como mínimo tres pueblos, cuando quiere presumir de progresista, moderna y avanzada.
En Mallorca no hace mucho se veía con malos ojos las uniones matrimoniales con miembros de la órbita no isleña. Se penaba familiarmente a aquellas otras con gente extranjera. Y se prohibía, bajo pérdida testamentaria, toda unión católica-judía.
Coloquialmente se dice: «cuando el río suena, agua lleva». Todos los que han aterrizado alguna parte de su vida en Mallorca, coinciden: son herméticos y muy suyos. Los que han aterrizado para siempre matizan: son cerrados incluso cuando crees conocerlos; no sea que se mosqueen y, con su proverbial diplomacia de ignorarte, nos expulsen de la isla.
Es usted racista?: yo, jamás. ¿Ama a su prójimo?: ya lo creo, soy un buen católico. ¿Y que me dice de la pobreza?: me avergüenzo como ser humano que soy.
Así es la sociedad mallorquina: «a Dios rogando y con el mazo dando».
Y todo esto lo escribo avergonzado de ser mallorquín por tener que leer la letra pequeña de: CORT BARAJA UBICAR EN UN SOLAR CON CASETAS PREFABRICADAS A LOS INDIGENTES DE CAN PERE ANTONI.
Madrid, 25 marzo de 2008
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