ANTICH Y SERRA O VICEVERSA
Estimado Antich, recordarás la reunión que mantuvimos, por iniciativa tuya, en la que te expuse mi criterio sobre el conglomerado mediático presidido por Pedro Serra. Seguro que tendrás presente el argumento que me expusiste ante mi pregunta ¿favorecerás los intereses de Pedro Serra?. Argumento que se asemejó al silencio y a la complicidad como dos gotas de agua. Recordarás mi consejo de imparcialidad que rechazaste al instante. Para que comprendas el peso de mi ignorada argumentación, te aconsejo la lectura del artículo de opinión «El último Don» de Esteban Urreiztieta que dice así "LAS ÚLTIMAS ELECCIONES han pulverizado uno de los mitos que han vertebrado nuestra historia reciente. El PP siempre ha justificado la entrega masiva de dinero público al dueño de Ultima Hora y el apoyo a sus escandalosas iniciativas bajo el argumento de que «en Baleares no se pueden ganar unas elecciones con el Grupo Serra en contra».
La consigna pasaba por sacrificar la ética y erario público en aras de permanecer en el poder. Así ha funcionado el PP pero también el PSOE, que cuenta en su haber con destacados capítulos en la historia de la infamia mallorquina encarnados en la figura del exalcalde Ramón Aguiló, al que sirvió en bandeja de plata para satisfacer sus deseos de Don Pedro.
Así, si el editor quería el teatro municipal que Aguiló se negó a entregarle, pues había que dárselo. Si exigía una recalificación en Calviá, pues había que pintársela. Si imponía la adjudicación de contratos públicos, pues había que engordar su fortuna. Y si quería medalla de oro de la comunidad, debía serle concedida. O aceptaban las servidumbreso o seguían en la oposición, razonaban convencidos los unos y los otros. «Don Pedro es como es, pero es uno de los nuestros», se justificaba en una ocasión un alto dirigente popular ante uno de los pocos que en las filas del partido se atrevió a plantar cara al empresario. «Si lo necesitamos, lo tendremos a nuestro lado», se convencían ingenuos.
De manera paralela entablaban una relación que adoptaba la forma de una transacción mercantil. Tanto me das, tanto tienes. Pero como en cualquier contrato, cuando una de las partes no tiene nada que aportar, no hay acuerdo que valga. Por eso Don Pedro rompió el pacto suscrito con Matas y se lanzó a degüello a por los populares, que según esta legendaria teoría, hubieron quedado relegados al ostracismo por los siglos de los siglos. Pero que la leyenda flaquea ya lo demostró Carlos Delgado. El editor volcó en él toda su saña en respuesta por abortar su pelotazo de Son Massot y cuando hasta el PP le daba por muerto, los vecinos le otorgaron la mayoría absoluta como premio por haberse despojado de los complejos que tenían atenazado a su partido. Ni la constatación de que hasta electoralmente resulta rentable no tener miedo al miedo resultó suficiente. José Ramón Bauzá también ha experimentado qué ocurre cuando se tiene todo en contra, incluso al Grupo Serra, y ha ganado la calle, comprobando de nuevo que el mito se desvanece como un espectro que hunde sus dagas en la niebla.
Ante él se erige un president que tiene ante si la oportunidad histórica de equilibrar por fin la balanza a favor de la ética y despachar la ignominia. La bruma de la mayoría absoluta, que en buena lógica debería jubilar los temores para siempre, se disipa y aparecen los primeros retazos de los nuevos tiempos. Afloran los tímidos pero inquietantes y lo hacen paradójicamente en la aldea gala de Calvià, que resistía hasta ahora inexpugnable. Allí se han producido durante los últimos días, con Delgado ya en el Govern, los primeros contactos con el último Don de Baleares en forma de comidas hace no mucho inconcebidas.
Entre las viandas han emergido como un mal sueño la misma frase de que «no hay que tenerlo mal con él», asomándose los contornos del contrato que quedó en suspenso hace cuatro años y que amenaza con restablecerse. El problema del partido que encabeza ahora el acuerdo no radica en lo conveniente sino en que delante no tiene ya una realidad sino su sombra."
La consigna pasaba por sacrificar la ética y erario público en aras de permanecer en el poder. Así ha funcionado el PP pero también el PSOE, que cuenta en su haber con destacados capítulos en la historia de la infamia mallorquina encarnados en la figura del exalcalde Ramón Aguiló, al que sirvió en bandeja de plata para satisfacer sus deseos de Don Pedro.
Así, si el editor quería el teatro municipal que Aguiló se negó a entregarle, pues había que dárselo. Si exigía una recalificación en Calviá, pues había que pintársela. Si imponía la adjudicación de contratos públicos, pues había que engordar su fortuna. Y si quería medalla de oro de la comunidad, debía serle concedida. O aceptaban las servidumbreso o seguían en la oposición, razonaban convencidos los unos y los otros. «Don Pedro es como es, pero es uno de los nuestros», se justificaba en una ocasión un alto dirigente popular ante uno de los pocos que en las filas del partido se atrevió a plantar cara al empresario. «Si lo necesitamos, lo tendremos a nuestro lado», se convencían ingenuos.
De manera paralela entablaban una relación que adoptaba la forma de una transacción mercantil. Tanto me das, tanto tienes. Pero como en cualquier contrato, cuando una de las partes no tiene nada que aportar, no hay acuerdo que valga. Por eso Don Pedro rompió el pacto suscrito con Matas y se lanzó a degüello a por los populares, que según esta legendaria teoría, hubieron quedado relegados al ostracismo por los siglos de los siglos. Pero que la leyenda flaquea ya lo demostró Carlos Delgado. El editor volcó en él toda su saña en respuesta por abortar su pelotazo de Son Massot y cuando hasta el PP le daba por muerto, los vecinos le otorgaron la mayoría absoluta como premio por haberse despojado de los complejos que tenían atenazado a su partido. Ni la constatación de que hasta electoralmente resulta rentable no tener miedo al miedo resultó suficiente. José Ramón Bauzá también ha experimentado qué ocurre cuando se tiene todo en contra, incluso al Grupo Serra, y ha ganado la calle, comprobando de nuevo que el mito se desvanece como un espectro que hunde sus dagas en la niebla.
Ante él se erige un president que tiene ante si la oportunidad histórica de equilibrar por fin la balanza a favor de la ética y despachar la ignominia. La bruma de la mayoría absoluta, que en buena lógica debería jubilar los temores para siempre, se disipa y aparecen los primeros retazos de los nuevos tiempos. Afloran los tímidos pero inquietantes y lo hacen paradójicamente en la aldea gala de Calvià, que resistía hasta ahora inexpugnable. Allí se han producido durante los últimos días, con Delgado ya en el Govern, los primeros contactos con el último Don de Baleares en forma de comidas hace no mucho inconcebidas.
Entre las viandas han emergido como un mal sueño la misma frase de que «no hay que tenerlo mal con él», asomándose los contornos del contrato que quedó en suspenso hace cuatro años y que amenaza con restablecerse. El problema del partido que encabeza ahora el acuerdo no radica en lo conveniente sino en que delante no tiene ya una realidad sino su sombra."
Palma, 23 de junio de 2011
Etiquetas: Antich, Grupo Serra, Miguel Veny Torres