PEREZA
En su día alguien escribió, otros pregonaron y algunos sermonearon, que la pereza es pecado. Fueron muchos los que lo escucharon y lo admitieron y otros tantos, de forma interesada, emparejaron la pereza con el trabajo. Y es cierto, la pereza es pecado. La pereza de hacer el amor en una sociedad con tantas oportunidades es pecado. La pereza de dar vida a calles y espacios públicos es pecado. La pereza de criticar todo lo criticable es pecado. La pereza a la curiosidad intelectual es pecado. La pereza de hablar con los tuyos es pecado. La pereza de aplaudir cualquier iniciativa cultural es pecado. La pereza de mirar donde se debe mirar es pecado. La pereza de escuchar a los que te pueden enseñar es pecado. La pereza de deleitarse con notas musicales es pecado. En fin, existen algunas sociedades que pecan y pecan y pecan. Y sólo les queda refugiarse en la penitencia del contrapeso del trabajo, para así, poder afirmar, a todos los que quieren escuchar, que ellos, de perezosos nada de nada.
Palma de Mallorca, 16 de septiembre de 2007
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